Dado que no existen soluciones curativas una vez establecida la infección en la raíz, todas las acciones deben ser preventivas. El control se basa en una combinación de nematicidas, rotaciones de cultivos, uso de plantas resistentes, y el aprovecha- miento de factores de mortalidad abióticos (temperaturas letales vía solarización) y bióticos (parasitismo microbiano natural). La eficacia de estas herramientas depende de una correcta aplicación y de un calendario ajustado a la dinámica del nematodo, altamente influenciada por la temperatura del suelo.
Modelos predictivos basados en acumulación térmica permiten estimar con precisión las generaciones del nematodo en cada ciclo de cultivo, lo cual es crucial para definir los momentos óptimos de intervención con productos ovicidas o larvicidas. Además, prácticas como la solarización deben ser monitorizadas para asegurar su eficacia térmica.
El éxito de la estrategia pasa por tres pilares: conocer a los nematodos, preparar ade- cuadamente el suelo (reducir poblaciones iniciales y condiciones favorables) y optimi- zar el uso de herramientas de control, tanto biológicas como químicas, con precisión y según las recomendaciones basadas en datos.